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A propósito de Barcelona World

Una reflexión sobre la idoneidad del proyecto Barcelona World desde la perspectiva de su potencial interés colectivo y su dimensión territorial.

En un artículo de urgencia escrito el día después del anuncio de Barcelona World hablé de la sensatez que significaba haber tomado la decisión de localizar un proyecto de ocio en Catalunya en el entorno del principal polo de entretenimiento del país, el ámbito del Centro Recreativo Turístico donde se localiza PortAventura (con dotación de suelo concebida con finalidades recreativas y en un entorno con vocación de consolidarse como un destino líder en turismo y entretenimiento a nivel internacional). También hablaba, además, de otras cuestiones relacionadas con la dinámica exitosa de la Costa Daurada como destino de turismo familiar, del reto que suponía conseguir las magnitudes de visitantes que se anunciaban (inicialmente 10 millones anuales aunque ahora se habla de sólo 6) y, cuando todavía los medios de comunicación anunciaban que el proyecto incorporaría parques temáticos (cosa que finalmente parece que no será así), de la necesidad de generar un producto innovador que diera respuesta a las expectativas (cada vez más amplias, sofisticadas y exigentes en múltiples aspectos) de la sociedad actual en lo que respecta a la satisfacción de sus necesidades de ocio.

Lo que se ha dicho públicamente desde entonces y lo que de momento se conoce sobre el proyecto (se puede consultar en la página web www.bcnworld.com) me lleva a reflexionar, pero, sobre un aspecto que, aunque no es central desde la perspectiva del propio producto, considero fundamental desde el punto de vista de su idoneidad y, especialmente, desde la perspectiva de su potencial interés colectivo (cabe recordar que fue el propio gobierno de Catalunya quien lo presentó). Me refiero, en particular, a su dimensión territorial.

Desde esta perspectiva no se puede olvidar que la concreción de Barcelona World pasa por hacer propuestas y tomar decisiones sobre cuestiones a simple vista técnicas como son parámetros de edificabilidad, diseño urbano o dimensionado y estructura de las redes de servicios, transportes y equipamientos que, aunque probablemente son poco atractivas desde el punto de vista del debate ciudadano (mucho menos “mediáticas”, seguramente, que, por ejemplo, la discusión sobre si de tendría que modificar la legislación para permitir fumar o no en los casinos que se proponían para Eurovegas), implican alternativas concretas de crecimiento urbano o de contención de los procesos de ocupación del suelo que pueden tener consecuencias de futuro diferenciadas en uno u otro sentido dependiendo de la solución que se adopte. Son cuestiones, de hecho, que habría que tratar no sólo con precisión técnica sino también con visión estratégica.

Por ejemplo, se tiene que tener en cuenta, en particular, que optar por admitir variaciones al alza en las previsiones actualmente vigentes en lo que se refiere a parámetros tan básicos en todo proceso urbanizador como son los metros cuadrados de techo que puede necesitar Barcelona World para ser viable, puede facilitar efectivamente la ejecución de la iniciativa pero, en la medida que estos cambios pueden afectar al modelo urbanístico actualmente prevalente pueden implicar también, de hecho, alterar de manera sustancial la visión y expectativas de futuro que tienen del territorio todos los que se sienten implicados con él. Si así fuera, habría que buscar, pues, alternativas ya sea en el modelo o en la concepción del proyecto o, en último término, reformular la visión y las expectativas que tienen del territorio sus agentes. Territorio, sea dicho de otro lado, relativamente pequeño, complejo, ocupado en términos físicos y fragmentado administrativamente (por tanto, complejo también en términos de administración y gobernanza). Y visión y expectativas de futuro que, si deben ser objeto de cambios, se deberían poder debatir adecuadamente.

Así pues, más allá de los puestos de trabajo, de los ingresos fiscales y de la generación de nuevas actividades que el proyecto puede llegar a generar, la idoneidad final de Barcelona World dependerá también de la visión territorial y turística a medio y largo plazo que aporte y de su coherencia con la visión que tenemos (o tendríamos) que tener respecto a nuestro país en general y del papel que en este país debe jugar el sistema urbano de Tarragona como un polo de competitividad basado en las sinergias entre producción, investigación y ocio, en qué sentido propicia la transformación del modelo turístico de la zona y, finalmente, si potencia este espacio como un referente innovador también en temas ambientales y de uso del territorio. Por otro lado, en el ámbito catalán tendremos que ser capaces de analizar si el proyecto ayuda a (re)definir nuestro modelo productivo (incluido el turístico) y participa del reto de crear una nueva urbanidad (la ciudad como espacio innovador y creativo) que facilite la atracción y retención de talento.

Cómo se articulará territorialmente el proyecto, cómo se pensará colectivamente su inserción en diferentes escalas, qué implicaciones tendrá su dimensionado sobre el actual sistema urbano en el que se localiza, cómo se vinculará (si lo hace) con el modelo y las dinámicas turísticas dominantes y/o de futuro de la zona (y esta pregunta podría generar otras consideraciones sobre la idoneidad de los tipos de entretenimiento previstos en el proyecto –en particular los casinos), cómo ayudará a integrar la Costa Daurada y el sistema urbano de Tarragona en el entramado metropolitano de Catalunya y cómo se arbitrarán mecanismos para que, siendo los más resolutivos posible en el corto plazo, se minimicen los costes de oportunidad turística y territorial en el medio y largo plazo son preguntas que nos tenemos que plantear si tenemos en cuenta que a través de este (y otros proyectos, claro) estamos construyendo la realidad urbana y turística de la Catalunya de dentro de 20 años.

Son cuestiones, además, no exentas de precedentes de interés. Sólo un detalle que he podido constatar recientemente. En París (y pongo el ejemplo por si queremos ver cómo se enfocan este tipo de cosas en otros contextos), la conmemoración del 20º aniversario de la implantación de Disney ha servido, más allá de para realizar el necesario análisis de su impacto económico, para plantear un debate público entre los diversos agentes actores en su desarrollo sobre el papel y el futuro de la Val d’Europe, nombre de la aglomeración urbana donde se localiza, como polo de competitividad territorial al este de la metrópolis en el marco del actual debate sobre los retos funcionales y operativos de la Gran París como ciudad global a nivel mundial. Esto, en un contexto en el cual el propio desarrollo del complejo turístico y recreativo de Disney y el conjunto de la Val d’Europe ha contado y cuenta con instrumentos de planificación y gestión específicos. La pregunta es, pues, ¿nos dotamos de mecanismos y recursos suficientes y necesarios para hacer posible un proceso de planificación e implantación del proyecto que asegure sus best effects? ¿Tenemos capacidad y voluntad para hacer algo equivalente a lo de París al visionar los efectos de la propuesta de inversión asociada a Barcelona World tanto para el conjunto de Catalunya –la gran Barcelona- como a nivel local?

Sector público y sector privado pueden (y deben) trabajar conjuntamente de forma exigente e inteligente para dar respuestas a estas preguntas. Tenemos sobre el papel una oportunidad y no la podemos perder. Tal vez se está trabajando en ello. En todo caso, tendremos que hacerlo público.

Salvador Anton Clavé
Catedrático de Geografía de la Universitat Rovira i Virgili y director general del Parque Científico y Tecnológico de Turismo y Ocio

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